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Donde nadie ve: La herida invisible que cargamos todos

Crónica Social

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Por: Vanessa Naztar
  • Redacción

No sangra, no se inflama, no deja costras ni moretones. No aparece en radiografías, ni en análisis de sangre, ni se cura con reposo. Y sin embargo, duele, quema, paraliza. Pesa como una piedra que se arrastra todos los días, en silencio, detrás de una sonrisa que no siempre es sincera.

La salud mental es esa herida invisible que muchos aprendieron a esconder desde niños. No se puede vendar, pero sigue abierta en medio de una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado. Es la herida del que “tiene todo para estar bien” pero no lo está; del que calla por miedo a ser juzgado; del que se desmorona por dentro mientras aparenta equilibrio.

LA SALUD MENTAL ES UNA HERIDA INVISIBLE QUE POCOS SE ATREVEN A NOMBRAR.

  • Ansiedad
  • Silencio
  • Resiliencia

En las calles, oficinas, buses y hogares, están ahí. Personas librando batallas internas disfrazadas de rutina. Se despiertan, se visten, trabajan, responden mensajes, ríen en reuniones... pero dentro de sus pensamientos hay tormentas que nadie nota y nadie pregunta.

Vannessa Naztar

Vivimos en un mundo que valora la productividad por encima del bienestar. Se aplaude al que no se detiene, al que trabaja más allá del horario, al que nunca falta. “Tienes que ser fuerte”, dicen. Pero ¿qué pasa cuando ya no se puede? ¿Cuándo el cuerpo sigue, pero la mente se queda atrás?

Hay empleados que soportan crisis de ansiedad frente a una pantalla. Madres que ocultan el llanto mientras preparan la cena. Jóvenes que se sienten incompletos aunque hagan “todo bien”. Docentes que llegan agotados de intentar sostenerse. Estudiantes que se encierran en el baño para poder respirar, porque la presión los desborda.

Y aun así, se espera que rindan, que sonrían, que no “exageren”. El trabajo, que debería ser fuente de propósito y estabilidad, a veces se transforma en una carga asfixiante. El miedo a perderlo impide a muchos hablar de lo que sienten. “¿Cómo decir necesito ayuda, cuando un despido está a una conversación de distancia?”, me dijo un joven trabajador que prefirió callar su ansiedad.

Tampoco los jóvenes están mejor. Crecieron con la promesa de que “todo es posible si lo deseas con fuerza”. Pero la realidad les mostró otra cara: frustración, competencia, soledad digital, expectativas inalcanzables. En redes sociales todo parece perfecto, menos ellos. Compararse es inevitable, sentirse menos también.

Lo más cruel es que, cuando alguien por fin se atreve a pedir ayuda, no siempre la encuentra. Faltan psicólogos en centros públicos, faltan seguros que cubran atención especializada, faltan espacios seguros donde hablar sin ser etiquetados. Falta sensibilidad. Falta voluntad.

Pie de Foto: “Un joven sentado en solitario junto a un muro, representando la soledad emocional que acompaña al estrés contemporáneo”. Foto: L. Rico / EFE, Vitoria Gasteiz (País Vasco).

Cada persona que se atreve a decir “no estoy bien” merece respeto, no rechazo; apoyo, no silencio; compañía, no juicio. Reconocer que algo anda mal en la mente debería ser tan válido como admitir una fiebre o un dolor físico. La diferencia es que esta herida, aunque no se vea, puede ser igual de mortal.

“Tienes que ser fuerte”.

Vanessa Naztar
  • Periodista

Al final del día, todos, en algún momento, hemos cargado una herida invisible. Algunos aprendieron a disimularla. Otros recién la están nombrando. Pero todos sabemos lo que es. Y ya es hora de que eso también importe.

Pie de foto: Los niveles de conciencia y la felicidad / Foto: Javier Carril.

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